En mi viaje por los pueblos de la Quebrada de Humahuaca, conocí un lugar donde la geografía, la historia y la espiritualidad se cruzan de una manera única: Huacalera, el pueblo por donde pasa el Trópico de Capricornio.

Cada junio, Huacalera se convierte en el epicentro de una celebración ancestral: el Inti Raymi. Allí, al pie del Trópico de Capricornio, las comunidades se reúnen para honrar el sol, agradecer a la Pachamama y dar la bienvenida a un nuevo ciclo.

Mucha gente se sorprende cuando escucha que el Trópico de Capricornio atraviesa Jujuy. Saben de sus paisajes coloridos, de la calidez de su gente y de sus celebraciones, pero ignoran que allí, en ese rincón del noroeste argentino, se encuentra una de las pocas marcas visibles de este paralelo imaginario.

El camino desde San Salvador de Jujuy hacia Huacalera es una experiencia en sí misma. La Ruta Nacional 9 serpentea entre cerros multicolores, pueblos detenidos en el tiempo y miradores naturales que invitan a detenerse a cada paso, hasta llegar finalmente a Huacalera, un pueblo que parece escondido entre montañas, pero que resguarda un tesoro universal.
A simple vista, Huacalera parece un pueblo más de la Quebrada: casas de adobe, calles de tierra, una capilla blanca que resiste al paso del tiempo y un cielo de un azul profundo. Pero al costado de la ruta, un monolito me recordó por qué estaba allí. La inscripción es sencilla pero contundente: «Trópico de Capricornio», acompañada por un símbolo solar y la figura de una cabra.
No solo señala el paso del paralelo, sino que también funciona como un reloj solar que, durante el solsticio de diciembre, proyecta una sombra mínima o nula al mediodía, cuando el sol está en su punto más alto. Es el momento en que el sol está justo encima de nuestras cabezas y el monumento se transforma en un «monumento sin sombra».

Mi visita coincidió con los preparativos de una de las celebraciones más significativas del calendario andino: el Inti Raymi, la Fiesta del Sol. Aunque tradicionalmente el Inti Raymi se celebra el 24 de junio en Cusco, en Huacalera y otras regiones andinas de Argentina las festividades comienzan los días 20 y 21 de junio, coincidiendo con el solsticio de invierno.
Huacalera se convierte en un centro de encuentro para las comunidades originarias, viajeros, curiosos y locales que se congregan para rendir homenaje al Inti, en un ritual que honra el inicio del nuevo ciclo agrícola y marca el solsticio de invierno en el hemisferio sur.
Durante la vigilia del 20 por la noche, la comunidad de Huacalera se reúne alrededor de fogatas, las personas comparten música, relatos y comidas típicas. La celebración es una conexión sincera con la naturaleza, un respeto profundo por la Pachamama, gratitud por todo lo recibido y esperanza por lo que está por venir.
En la madrugada del 21, todos se dirigen al monolito. Con las primeras luces del día, el sol se asoma lentamente entre los cerros. Las manos se alzan al cielo para recibir sus primeros rayos. En ese momento, queda claro que no solo se marca un cambio astronómico, sino que se celebra la vida, el renacer, la fuerza del sol como fuente de energía y equilibrio.
Huacalera no es solo el cruce del trópico ni solo el escenario del Inti Raymi. Es también un pueblo que conserva su identidad con orgullo. La Capilla de la Inmaculada Concepción, con sus muros blancos y su retablo de la Escuela Cusqueña, es un testimonio del pasado colonial. A pocos pasos, se puede visitar la antigua posta colonial y el Pucará de Molla, que hablan de la resistencia y la historia de los pueblos originarios.
Lo que encontré en Huacalera fue mucho más que un punto en un mapa. Encontré una comunidad que, lejos de la vorágine de las ciudades, vive conectada con los ritmos de la tierra y el cielo. Un pueblo donde el paso del sol no es solo un dato astronómico, sino parte esencial de la vida, de las creencias, de la cultura.
El Trópico de Capricornio pasa por muchos países, pero aquí, en Huacalera, se vive, se celebra y se siente. Y cada junio, cuando el Inti Raymi reúne a todos bajo la promesa de un nuevo ciclo, uno comprende que no se trata solo de mirar el sol: se trata de aprender a honrarlo.
Me fui de Huacalera con la certeza de haber estado en un lugar donde el tiempo se suspende, donde la geografía se transforma en ritual y donde el sol sigue marcando, como hace milenios, el compás de la vida.