El salto de Malacara

El salto de Malacara ocupa un lugar destacado en la historia de la colonización galesa en la Patagonia, especialmente en la provincia de Chubut. Su valentía y lealtad quedaron inmortalizadas gracias a un episodio que no solo salvó la vida de su jinete, John Daniel Evans, sino que también fortaleció la determinación de los colonos galeses en su asentamiento en tierras patagónicas.

Malacara, un caballo de pelaje zaino con una distintiva mancha blanca en la cara, nació alrededor de 1878. Su nombre, «Malacara», hace referencia a esta característica facial. En sus primeros años, fue propiedad del colono galés David C. Thomas. Sin embargo, en una incursión nocturna, un grupo de indígenas robó varios caballos, incluyendo a Malacara. Años más tarde, en 1883, durante una expedición hacia la cordillera, John Daniel Evans encontró a Malacara, quien se había separado de los indígenas y se había unido a la tropilla de Evans, posiblemente reconociendo el sonido familiar del cencerro de la yegua madrina. Desde ese momento, se forjó un vínculo especial entre Evans y Malacara.

En noviembre de 1883, Evans, junto a tres compañeros—John Hughes, John Parry y Richard B. Davies—emprendió una expedición desde Rawson hacia la cordillera de los Andes en busca de nuevas tierras y oportunidades. Después de recorrer aproximadamente 600 kilómetros, llegaron a la confluencia de los ríos Chubut y Gualjaina. Allí, tuvieron un encuentro con miembros de la tribu del cacique Foyel, lo que generó tensiones y llevó a los colonos a decidir regresar al Valle Inferior.

El 4 de marzo de 1884, en un paraje conocido hoy como Valle de los Mártires, fueron emboscados por los indígenas. En el ataque, Hughes, Parry y Davies perdieron la vida. Evans, montado en Malacara, logró escapar gracias a un acto de valentía del caballo: frente a un barranco de aproximadamente 3,6 metros de profundidad, Malacara saltó al fondo, aterrizando en arena blanda, y luego ascendió rápidamente por el otro lado, dejando atrás a los perseguidores y salvando la vida de Evans. Este hito es recordado como «El salto de Malacara».

Tras el incidente, Evans intentó adquirir formalmente a Malacara de su propietario original, David C. Thomas. Ante la negativa de Thomas y la creciente popularidad del caballo entre la comunidad, se convocó una reunión de colonos para resolver la disputa. Por votación, se decidió que Malacara debía permanecer con Evans, reconociendo el vínculo especial entre ambos y el papel crucial que el caballo había desempeñado en la supervivencia de Evans.

Malacara acompañó a Evans en numerosas expediciones y actividades cotidianas. Vivió sus últimos años en la chacra de Evans en Trevelin, donde falleció en 1909 a la edad de 31 años. Fue enterrado cerca de la casa, y su tumba se convirtió en un sitio de interés histórico y turístico. La inscripción en su lápida reza: «Aquí yacen los restos de mi caballo el Malacara, que me salvó la vida en el ataque de los indios en el Valle de los Mártires el 4-3-84, al regresarme de la cordillera. R.I.P. John D. Evans».

La historia de Malacara trasciende el relato de un caballo valiente; simboliza la resiliencia y determinación de los colonos galeses en la Patagonia. Su legado perdura en la memoria colectiva de la región, y su tumba en Trevelin es testimonio de la profunda conexión entre humanos y animales en momentos cruciales de la historia.

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