El barco Marjory Glen

Había escuchado sobre el barco Marjory Glen, pero esta vez decidí ir hasta el lugar del hecho y sentir en primera persona el peso de la historia. El caso del Marjory Glen no fue un naufragio común, sino un abandono forzado tras un incendio devastador. En la actualidad, su casco oxidado yace encallado en tierra firme, sobre la playa de una ría que se adentra en el continente desde el mar.

Al llegar, me encontré con un paisaje detenido en el tiempo. Por momentos, el viento soplaba con fuerza, y el Marjory Glen, testigo de un pasado turbulento, seguía allí, como una cápsula de historia atrapada entre el óxido y la soledad. El Marjory Glen, de bandera noruega, encalló en la costa de Santa Cruz en 1911, a 100 metros del mar en Punta Loyola, a 37 kilómetros de Río Gallegos.  

La Patagonia y el Atlántico Sur son cementerios de barcos, testigos de historias de exploración, tragedia y supervivencia. Durante siglos, estas aguas han sido escenario de tempestades, corrientes traicioneras y bajas temperaturas que cobraron la vida de incontables navegantes.  

El buque fue construido en Escocia en 1892, y partió del puerto inglés de Newcastle en junio de 1911 con una carga de casi dos mil toneladas de carbón con destino a Río Gallegos. Su estructura de hierro remachado, de casco simple, medía 213 pies de largo y 34.1 pies de altura desde la cubierta. Con tres mástiles y propulsión a vela, contaba con una botavara y un mascarón de proa distintivo.  

El viaje comenzó el 13 de junio de 1911, cuando la nave zarpó del puerto de Shields, Newcastle, bajo el mando del capitán Jans Martín Holmsen y una tripulación de quince hombres. Con las primeras luces del día, el práctico dejó el barco y el Marjory Glen inició su travesía hacia el sur del continente americano. Sin embargo, la travesía terminó en tragedia: un incendio a bordo se desató y acabó con la vida de dos tripulantes.  

La tripulación abandonó la embarcación, dejando que el barco, ahora un fantasma errante, se desplazara sin rumbo fijo. Durante su deriva, dañó los sistemas de desagüe del pueblo y colisionó con una barcaza de la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia. Existen diversas versiones sobre cómo llegó a su ubicación actual, pero la más aceptada sostiene que un fuerte temporal lo arrastró hasta donde hoy reposa.  

El Marjory Glen y Malvinas  

Décadas después, en 1982, en vísperas de la Guerra de Malvinas, los pilotos de la Fuerza Aérea Argentina usaron su estructura para practicar maniobras de bombardeo rasante, una táctica diseñada para evadir los radares británicos y atacar desde corta distancia. Aún hoy, los agujeros de misiles en el hierro del casco son testigos de aquella época. Esas marcas de historia son el resultado de la práctica de bombardeo a vuelo rasante.  

Los pilotos lograron dominar esta técnica y volar a sus objetivos a 5 metros o menos de altura sobre el mar, evadiendo así a los radares y volando a 900 km/h. La guerra se vivió desde cerca en Santa Cruz y hasta el día de hoy persiste en la memoria de sus habitantes. Fue la empresa CGC la que instaló una placa conmemorativa en honor a los excombatientes.  

La mayólica histórica informa al visitante: “Este es el buque Marjory Glen, construido en 1892 en Grangemouth, Escocia. Este es un lugar histórico, por favor, no lo ensucie, ni lo pinte. Cuídelo y respételo. Futuras generaciones merecen conocer nuestra historia”. De pie ante su esqueleto oxidado, sentí la historia latente en cada remache corroído por el tiempo.  

El Marjory Glen permanece allí, solo, acompañado únicamente por el incesante viento patagónico. Es uno de los tres barcos con valor histórico en Argentina, junto con la Fragata Sarmiento y la Corbeta Uruguay. Su historia es una mezcla de tragedia y resistencia, un recordatorio de los peligros de la navegación y la inexorable fuerza de la naturaleza.  

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